miércoles, abril 20, 2011

EL PAIS DE LOS AGUANTADORES

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El país de los aguantadores
Luis Fernández Cuervo* Domingo, 10 de Abril de 2011


Este era un país del planeta de nunca jamás. Un pequeño país de gente amable, sonriente y sufrida. Curtida en toda clase de desastres naturales: explosiones volcánicas, terremotos, deslaves y derrumbes de laderas, inundaciones y, de vez en cuando, algún que otro huracán o maremoto, para variar.


Pero esa gente aguantaba, volvía a levantar lo caído, rehacer lo deshecho, y sonreía, porque era alegre y animosa.


Había unos pocos ricos muy ricos, bastante gente medio-rica, medio pobre, que comía quesos medio-duros, medio-blanditos, y una gran masa de pobres que comía lo que encontrara, sopa de hierbas, plantas amargas y para los días de fiesta, la flor nacional.


También existía otro nivel social de pobres requetepobres, mucho más aguantadores, que comían cuando podían y cuando no, ayunaban, talvez en penitencia de sus pecados. Y además sonreían.


La historia de ese país tenía siglos, pero a casi nadie le importaba un pasado que fuera mas allá de su abuelo. Se celebraba de vez en cuando una fiesta de Independencia pero seguían siendo muy dependientes de otros países, de los desastres naturales y de los abusos de los poderosos.


De vez en cuando salía un dizque historiador crítico que aseguraba que la Independencia consistió en que los ricos se independizaron de su deber moral de trabajar para el progreso económico, social y moral, del resto de la población. Y la población lo aguantó, incluso cuando las tierras comunales de los indígenas pasaron a ser propiedad privada de las familias ricas.


Sufrieron dictaduras militares y supieron aguantarlas. Algunos ricos se quedaron pobres, y todos supieron cómo fue. Algunos pobres se hicieron ricos y nadie supo, o quiso saber, cómo fue ese milagro.


Los años siguieron y de pronto estalló una insurgencia revolucionaria financiada en dinero y armamentos por un tirano extranjero, que desembocó en una guerra sangrienta y fratricida. El saldo fue abundante en muertos, lisiados y desaparecidos, incluyendo niños.


La economía del país, quedó peor de lo que estaba antes. Pero la gente, especialmente los más humildes, que sufrieron la peor parte, lloró y enterró a sus muertos, rehizo lo deshecho, buscó trabajar en lo que pudo y aguantó.


Algunos pocos disidentes, traicionando la virtud nacional de aguantar lo que fuera, hartos de todo, emigraron hacia el Dorado país del norte.


Expertos internacionales dieron su apoyo al cese de la guerra y promovieron una paz no basada en la justicia clásica (dar a cada uno lo suyo; al bueno premio y al malo castigo), sino una novedosa justicia igualitaria: si le roban cien dólares, por ejemplo, cincuenta para el robado y cincuenta para el ladrón.



Pero con una posterior Comisión de la Verdad embustera, los defensores fueron castigados y los agresores enaltecidos. Y el pueblo aguantó y lo aceptó.


Hubo después unos gobiernos donde el país fue progresando pero siempre disparejo. Los ricos se hicieron más ricos. Muchos de los medio-pobres se hicieron un poco menos pobres. Y los más pobres siguieron igual de pobres, sonrieron y aguantaron.


Después vino algo peor. Un presidente se robó unos 500 millones de dólares y manipuló su partido para que perdiera su candidato y ganara el candidato de los insurgentes agresores. Fue un trabajo muy fino.


"Yo te ayudo, pero tú no me investigas". Yo te abro camino hacia el Gran Hermano del norte y además te compro con alguno de mis millones robados lo peor del partido de los defensores y fabricamos un minipartido de gangueros que te sigan tu juego y te den mayoría en las martingalas politiqueras.


Así fue elegido el nuevo presidente. Sabía hablar, sabía escribir, sabía criticar lo hecho por los gobiernos anteriores…


Pero no sabía gobernar. Pronto se vieron resultados. Se encareció la luz, el agua, la gasolina, el gas e incluso la canasta básica. Pero el pueblo aguantó.


Los nuevos gobernantes, antes de dudosa solvencia económica, ahora aparecieron ricos, pero siempre "por el bien del pueblo". Y la gente se lo creyó o no se lo creyó, pero aguantó.


Con el creciente desgobierno, crecieron los secuestros, las extorsiones y los asesinatos. El nuevo tipo de justicia dio un paso más. Con ello, el delincuente pasó a tener derechos humanos exquisitos e intocables…


En cambio, ciudadanos honestos fueron a la cárcel por herir o matar al criminal que atentó contra su vida. No hubo pena de muerte para los criminales, pero sí la hubo, y a diario, para la pobre y sufrida gente que siguió aguantando y sonriendo.


La población de ese país, explotada en sus horarios y remuneraciones de trabajo, burlada en todos sus derechos por los sinvergüenzas de turno, mal alimentada y peor defendida, viviendo cada vez peor, sigue aguantando siempre y aguantándolo todo. Y siempre amable y sonriente.


Es evidente que un país así, con una gente así, jamás ha existido, es sólo un cuento imaginario… aunque de dudoso gusto.


*Dr. en Medicina y columnista de El Diario de Hoy. luchofcuervo@gmail.com











"De tanto ver triunfar las nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia. De tanto ver agigantarse los poderes en manos de los malos, los hombres llegan a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra y a avergonzarse de ser honesto"

Ruy Barbosa de Oliveira-.
 
 




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